En cocina, hoy el “producto”
es el único, verdadero producto protagonista: incluso los más grandes chefs
parecen desdeñar cualquier tipo de elaboración. Una excelente razón, ésta, para
interesarse por el modo en que es transformado el producto, a los vínculos
entre innovación del utillaje, práctica del oficio y evolución del gusto: con
demasiada frecuencia se tiende a creer que todo esto se modifica siguiendo
exclusivamente una lógica; la cuestión, evidentemente, es más compleja.
La innovación técnica
constituyó durante muchí-simo tiempo un hecho raro, mientras que la práctica se
mantenía en el surco de la rutina. Incluso si nos limitáramos al caso de la
cocina tabasqueña, no habría que olvidar la adopción en siglos pasados de la cocina
española y cubana, que permitieron conocer sabores, guisos y la construcción “estructuralista” de la
cocina actual en nuestra región. No habría, sin duda, podido salir a la luz
tamales con carne de cerdo o el picadillo de pavo. Pero más aún, en ausencia de
fuentes de calor controlables y una adecuada altura de apoyo; sin la presencia
de fuegos múltiples hubiera sido impensable realizar simultáneamente una cierta
cantidad de operaciones diversas.
Sin la posibilidad de
controlar la temperatura, la difícil técnica del ligado es muy probable que
nunca hubiera sido puesta a punto. Este último ejemplo nos demuestra, por otra
parte, la ejecución de una especie de cadena casual: una evolución del utillaje
permitió un cambio de la práctica, que a su vez induce una modificación del
gusto (en su sentido gustativo, pero también estético). Pero este mecanismo
evolutivo puede también actuar al revés: una diferente relación con la comida
favorece el nacimiento de nuevas técnicas o la recuperación de técnicas más
antiguas. La innovación, en cualquier caso, no lo es todo: si no, según el ejemplo
citado la cocina tabasqueña sería comida española (o viceversa).
No se trata de presentar
aquí una panorámica exhaustiva de las formas en que las técnicas culinarias han
modificado nuestro gusto, sea por la evolución de los materiales, sea por la de
las prácticas; no obstante, algunas de estas técnicas nos pueden iluminar sobre
los lazos que vinculan el gusto con la tecnología. En china, la dificultad de
conseguir combustible se halla sin duda tras el origen del wok y de la
necesidad de preparar la comida en pequeños bocados (si bien esta práctica ha
sido asociada a consideraciones relacionadas con la buena crianza): nació así
una técnica de cocción rápida que se diferencia muy claramente de las costumbres
occidentales.
Hace poco más de 30 años,
la Nouvelle Cuisine des-cubría a
través de las batidoras, molinillos, tritu-radoras y otros aparatos las armas
para se revolución gustativa: ligados magros, mousses de todo tipo, etc… Al mismo tiempo el ama de casa
realizaba, gracias a la sartén Téfal, cocciones casi privadas de grasa. Jacques
Manière alababa la cocción al vapor, bien conocida en otras tierras. Estas
innovaciones técnicas permitieron la evolución de una cocina “ligera”,
emblemática de aquellos años.
Hoy, la cocina
tabasqueña también seduce con sus platos en los que se pone en juego muchos
tipos de nuevas técnicas, algunas muy sofisticadas y otras tradicionales y
rudimentarias. Si bien es cierto que estos métodos tienen pocas posibilidades
de poder ser aplicados ya mañana en nuestras cocinas, la influencia de algunos
chefs locales y su creatividad ejerce bastante más allá de las fronteras de su
país nos hace presagiar que pronto o tarde, gracias a imitaciones o a la
industria alimentaria, nuestros paladares conocerán las mismas nuevas
consistencias, los mismos alimentos deconstruidos/reconstruidos. Hay algunos
que presumen de la “neo-cocina”, en la cual se aplican a las cacerolas métodos
de laboratorio, en el ámbito de una investigación incansable realizada en
compañía de amigos cocineros, reposteros o pasteleros.
#TabascoEsCultural
Plataforma Online de Artes y Cultura de Tabasco
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